viernes, 25 de abril de 2008

Clara Rincón 22




Cada tarde, Clara Rincón hace las maletas. Quiere escapar de sus rutinas y se prepara para un viaje en el que la palabra “volver” amortigua los latidos de su corazón. Cuando termina, lo revisa todo: los sesos que le regaló su abuela al cumplir los doce años en un frasco de cristal junto al tomillo que su madre luce en el pelo, las semillas que injertó su padre en su madre y un tarro con agua para regarlas. Piensa que si lo hace nacerá otra Clara con quien hablar y compartir su mundo submarino nadando entre los peces que la acompañan. Entre las semillas y los sesos esconde su alma de poeta donde entierra los versos que la conmueven y un jirón de noche para alumbrar los rincones y un ojo de luna que la mira. El ojo parpadea, un interruptor que interrumpe los pensamientos y divaga mucho o poco sobre esto. No entiende el mensaje del ojo de la luna pero lo guarda igualmente. En un rincón de la maleta deja una estrella, la que un día la invitó a subir, y junto a ella los besos que nunca compartirá con nadie. Cierra la maleta Clara y abre la puerta. Da unos pasos, breves. Cierra la puerta. Ha olvidado la maleta y vuelve. Siempre vuelve Clara, Clara siempre y nunca recuerda por qué.

viernes, 18 de abril de 2008

Clara Rincón 21


Atisba un átomo de luz Clara entre sus pentagramas de dedos musicales, cuando se levanta otea el cielo en busca de respuestas de una gran magnitud lírica y al acostarse cuando cierra los párpados escucha los tambores de fondo como en un sueño. Clara no se esconde tras las sábanas y si escucha un ruido en algún rincón, aúlla fuerte. Se cree loba de madre pantera viviendo en selvas de pantanos milagrosos. La curan las raíces del tiempo, ancladas en sus vísceras de esparto. Parte lianas en las medias lunas y si el tiempo lo requiere desanda todos sus pasos hasta comenzar por el principio. Clara Rincón se recuesta en su última huella encogida en postura fetal y el universo amamanta sus úlceras de noche para volver con los cántaros vacíos de la lluvia en su cama de arena. Arrastra Clara sus pateras que la devuelven al frío y la cobijan de la lluvia.

Clara Rincón 20


Clara Rincón es cofre de la voluntad ajena. Muerde el muérdago de su boca en su aliento sin la comezón del día. Presiente que algo va mal, que la sacude y embota su cerebro. Chirrían sus párpados en el rojo de la tarde cuando oscurece, cuando sus rodillas malgastan el suelo y se flexiona de brazos en el antepecho de la ventana y reza musitando palabras que la sacuden por dentro y por fuera y hacia adentro. Cree tocar el cielo con sus manos durante una fracción de segundo en el que sus pensamientos se rebelan ante la funda de la noche que la envuelve, que la guarda y la comprime en su cáscara de nuez pero ella no, no sale de su purgatorio inestable donde la frente estalla y golpetea contra los focos inacabados bajo sus botas y mientras… un pendiente desgastado resbala de su nariz.

Clara Rincón 19


Clara Rincón sube a la torre de la escalera, cuenta las verdades en cada peldaño y se asoma en las agujas de la hora. Extiende sus dedos largos marcando los silencios en el compás de la tarde. Se inclina a un lado y la cabeza trastabilla en los versículos del pie que resbala en los subsuelos del meridiano y expulsa el diccionario adyacente del orgullo en la piedra versátil de su aliento. Ángulo voraz de la alambrada en sus púas, espinas de la carne sobre la carne del alma.