Es Clara Rincón poeta, arquetipo de los espacios celestes, trovadora. Atrapa cielos entre sus ingenuas manos y llora mares en su ambiguo corazón y es barca y acantilado, remo, velero, chapapote, petróleo de sus mares de alcohol. Duerme siempre en una botella y navega entre el río que se deja entrever por su entrepierna. Se cree larva de la vida y a
todo lo que la hace sangrar se pega, se cose. Cosió sus labios al primer hombre que aniquiló su alma, que sangraba sus espinas, cosió sus manos a la primera mujer que tuvo compasión de ella y que luego la dejó abandonada a su suerte. Siempre sola Clara Rincón se balancea entre la vida y la muerte, lo legal y lo prohibido, lo oscuro o luminoso. Clara Rincón, se aferra a sus principios abandonándose, dejándose llevar poco a poco hasta que un día se da cuenta y contempla el vacío que la rodea. Clara Rincón se busca, se contempla retrepada en el asiento del metro, se mira tantas veces en el espejo que conoce arruga a arruga su cara y sus pensamientos.
