Clara Rincón come del silencio que la atrapa. Su vientre se hincha a diario. Engulle los minutos y las pausas y las horas se le atragantan. Come de las esperas, del lento gemir de su garganta y de las fosas, come cada día un elixir de paz, se atrinchera en las ventanas de la noche, come versos y pan cuando lee entre líneas. Come de los relámpagos que día tras día la atosigan en su cuarto sin luz, en su Clara sin fronteras. Clara Rincón come hasta reventar los límites de sus octosílabos y sus aceras.
domingo, 18 de mayo de 2008
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