Clara Rincón se asoma a los tejados y divisa el sol desde sus manos y desde cada punta de sus dedos. Se siente pájaro y rama y arbusto, un elemento más de ese paisaje ambarino, pluma y horizonte, perspectiva horizontal en los vórtices del alma.
Clara Rincón es fragua de su soledad, diafragma del apéndice de sus días, suspira alto hasta elevar su aliento en el torrente celestial de agua caída del pico de un pájaro.
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